viernes, 19 de noviembre de 2010


¡Maricón es el que le pega a su mujer!
Alberto adolorido aún por los golpes, desde su cama veía la tv
El velador, la lámpara, sus moretones, eran testigos de la golpiza que le había propinado Daniel hacia pocas horas atrás.
Denunciar ¿A dónde?, ¿a quién?, se preguntaba, esto es para minas y ¿yo?
Pensando en el slogan, sonreía con ironía mientras que una lagrima que pasaba a sollozo y después a llanto desgarrado, sacudía alma y cuerpo
Después de los puñetes y patadas, salió dando un portazo, dejándolo en el suelo.

Aburrido bebía un viernes en un bar cuando lo vio entrar, se miraron, se acercó y en poco tiempo ya estaban saliendo
Las llamadas al trabajo a diario, cinco, seis veces al día, preguntándole qué hacía, a qué hora saldría, despertándolo en la mañana y despidiéndolo en la noche antes de dormir. Aquello lo hacía sentir amado, deseado,
Había encontrado su alma gemela.
No pasó mucho tiempo antes de que comenzara el daño, insultos, reclamos y celos, pero él lo amaba y siempre perdonaba, después de las discusiones venía un período de “luna de miel”, donde después los revolcones eran más intensos y todo se olvidaba.
Ya volverá, me hará cariño, pensaba

kinesidad



En la oscuridad y el silencio te espero. Sé que estás cerca, siento tu aroma, tus pasos sigilosos que pronto vienen a darme calidez.
Llegas a mí etérea, danzante, me tocas con tus manos suavemente, anunciando al fin tu llegada
Mi corazón late con fuerza al sentir que comienzas a lamerme en mis mejillas, en mis hombros. Me atrevo a tocarte, cuando secreta, te metes a la cama.
Toco tu vientre suave, repaso tu cuerpo conocido una y otra vez.
Sé que no eres mía, pero en tu libertad me has escogido para tu morada, me has hecho feliz. Te acercas más a mi cuerpo y posas dócilmente tu cabeza en mi brazo.
Tu ronroneo me asegura que esta noche reposarás nuevamente junto a mí

Anhelo


El universo es un gran espiral logarítmica que traza auras en el cosmos
y mi vida una pequeña silueta en él.
Silueta que a ratos grita por permanecer en el tiempo, indiferente,
dejando cicatrices que sólo a mí me desgarran,
cual zarpazos que van dejando huellas en este cuerpo ignoto,
frágil en el espacio sideral;
me aferro al silencio.
Transitamos cual autómatas entre el momento y la nada,
donde la muerte es lo único que se nos asegura,
presente y permanente vamos hacia nuestros designios, preguntándonos si podremos descansar al fin.
Deseo encontrar esa mano alada que me salve y me cobije
hasta que llegue el segundo donde mis ojos ya no verán el amanecer,
donde mis labios no se cubrirán del rojo deseo de un beso.
¡Ay! del que me tome y me alce hacia el infinito donde seré una y toda en el espacio, convirtiéndome por fin en estrella que ilumine la noche,
allí donde los amantes se declararán amor eterno;
donde estalla lo indecible.

Aunque seguiré siendo una pequeña silueta en el universo,
habitante de las nebulosas
seré la más brillante,
la más hermosa,
seré la luz que te guíe,
sólo porque fuiste tú,
la mano alada que me salvó.